viernes, 10 de abril de 2009

Refrito Festivalero (primera parte)


Ya sin ojeras tras diez dias a puro cine, aquí van algunas críticas de las películas más destacadas del último Bafici.


Hoyts Abasto. 19:45hs. El niño pez (Argentina y España– 2009 – 96´). Dirección: Lucia Puenzo. Guión: Lucia Puenzo

Hay un punto clave a partir del cual se hace imposible tomarse en serio a “El niño pez”, un quiebre que tiene el nombre y apellido de un otrora galán icónico de telenovelas, tanto de aquí como del resto del continente: Arnaldo André. Hasta su aparición, Lucía Puenzo construye una película sólida y atrapante, un thriller bien filmado y mejor ambientado (por momentos, la mansión donde transcurre gran parte de la historia se transforma en otro personaje, remitiendo a la tensa calma de La Ciénaga) que narra la relación amorosa entre Lala (Ines Efrón), la hija adolescente de un importante juez, y la criada paraguaya que trabaja en la lujosa casa donde viven, la Guayi (Mariela Vitale, Emme, una grata sorpresa que demuestra ser mucho más que “la hija de Lito Vitale”). Ellas sueñan con escaparse a Paraguay y construir su casa a orillas del lago donde habita el niño pez de la leyenda que da título a la película, pero algo imprevisto ocurre, entra en escena el padre la Guayi (André) y sus sueños, junto con la película, se caen a pedazos.
Quizás el protagonista de Piel Naranja apostó a dejar atrás las cachetadas y las discusiones con Luisa Kuliok”, pero si para probarse de “actor serio” elige interpretar a un galán cuyo nombre artístico es Sócrates Espina (sí, Sócrates Espina), que tuvo su momento de fama 15 años atrás y que mira los tapes de sus apariciones televisivas y repite de memoria los diálogos, la decisión parece desacertada. Quizás, al llegar a los 65 años, André se dio cuenta que es hora de pasarla bien, de disfrutar los lauros cosechados y de reírse un rato de sí mismo y de su trayectoria, lo cual es respetable y hasta simpático, sólo que El niño pez no era el lugar indicado para eso.

Hoyts Abasto. 20:15hs. Derrière moi (Canada– 2008 – 87´). Dirección: Rafaël Ouellet. Guión: Rafaël Ouellet

Tras la presentación de la pequeña pero hermosa Le Cèdre penché en el panorama musical del Bafici 2008, Rafaël Ouellet se vislumbraba como un director a tener en cuenta. Su opera prima, centrada en la (re)construcción del vínculo entre dos hermanas que se reencuentran tras la muerte de su madre, una cantante de renombre en la zona de Québec, se apoyaba en tres pilares fundamentales: la música como transmisor y liberador de sentimientos; las dos protagonistas, capaces de emocionar tan sólo con sus voces y sus ojos, y las inhóspitas tierras del noroeste canadiense.
Derrière moi mantiene esos pilares pero, aunque es una buena película, no alcanza la calidad de su predecesora. Nuevamente son dos mujeres la que construyen una relación, pero en este caso no hermanas, sino la forastera Betty ( la bella Carina Caputo) y la joven puritana empleada del bar del pueblo, Léa (Charlotte Legault). Entre las dos, comenzaran una simbiótica amistad donde florecerán el maternalismo en la primera, y la sexualidad en la segunda. Es cuando se establecen esos vínculos que la película comienza a decaer, cuando Ouellet abandona la sutileza y la tranquilidad de LCP para trasladar el desenlace de la historia hacia la opresivo y viciado ambiente nocturno de los cabaret y prostíbulos. El final de su opera prima era esperanzador y feliz: el vínculo recompuesto y las hijas cantando a dúo sobre el disco de su madre. En DM, poco y nada queda de ese desenlace optimista. Aquí no hay posibilidad de mantener unidos lazos ya que jamás existieron.

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