lunes, 4 de mayo de 2009

Repasando la Historia Argentina I: Yrigoyenismo vs Antipersonalismo

La Unión Cívica Radical


“Sobrio, austero, silencioso, casi podríamos decir enigmático”, así describió el historiador Félix Luna al ex presidente Hipólito Yrigoyen, mientras que Edith Gallo, autora de varios libros sobre el período yrigoyenista lo hace a través de la siguiente declaración: “Era una persona muy peculiar, un líder que no hablaba a las grandes masas, no daba grandes discursos. Era un gran seductor político, la influencia era persona a persona. Ese era su carisma”.
A partir de estas características algunos autores, politólogos e historiadores, escribieron sobre el radicalismo y explicaron la división rotunda de la Unión Cívica Radical (UCR).
“En 1890, cuando empezó el radicalismo, no estaban los partidos políticos modernos conformados. La UCR fue el primero con estructura en todo América Latina, porque para esa época existían solo meras agrupaciones en torno a un líder que se auto postulaba”, explicó Gallo con respecto a los partidos existentes en ese período.
Yrigoyen, el mayor representante del radicalismo y presidente electo en dos oportunidades, afirmó los principios del nacionalismo económico en la Argentina. La base de su política consistía en apoyar el desarrollo de la clase media en relación con los mercados internos y externos. Aquellos sectores que estaban vinculados a los intereses del monopolio extranjero, fueron los que se resistieron a las ideas yrigoyenistas y más tarde provocarían el derrocamiento del líder radical.
“El secreto del radicalismo reside en sus contradicciones, siempre fue al mismo tiempo, revolucionario y legalista, campestre y urbano, plebeyo y patricio. Una fuerza unilateral no se habría encarnado en un país tan facetado como la Argentina”, explicó Rodolfo Terragno, autor de múltiples libros de historia, respecto del partido.
Desde un principio, Yrigoyen ponía en evidencia una cierta hostilidad contra la oligarquía, que se manifestó contra el régimen, y también contra la tradición liberal. Ese antiliberalismo quedó principalmente revelado por el ejerecicio de una extrema autoridad presidencial, que debido a la personalidad vigorosa e insinuante con la que el mandatario exigía a sus partidarios, una fidelidad casi al límite de la sumisión, terminó por constituir un régimen cada vez más centralizado, denominado “personalista”.
Marcelo T. Alvear vs. Hipólito Yrigoyen
En marzo de 1922 la convención nacional del radicalismo, por el voto de sus afiliados y bendecido por su caudillo Hipólito Yrigoyen (finalizado su primer mandato y al no poder ser reelecto), designó la fórmula Marcelo Torcuato de Alvear- Elpidio González para las elecciones nacionales.
Yrigoyen sostenía que Alvear calmaría a las clases altas mientras González lo haría con los radicales del comité. A pesar de su tendencia oligárquica, Alvear podía acreditar ante sus correligionarios que era un radical de pura cepa, participó de la revolución del Parque y fue uno de los primeros diputados que llegaron al Congreso en 1912 donde desempeñó una importante labor parlamentaria.
Yrigoyen pensaba que sus consejos y colaboración le resultarían imprescindibles a Alvear debido a su manejo del aparato partidario.
Por el contrario, Alvear no tardó en distanciarse del ex presidente, conduciendo así a una fractura de la Unión Cívica Radical en 1924, entre yrigoyenistas (o personalistas) y antipersonalistas.
Si bien ésta división produjo que, en los años posteriores un buen número de diputados radicales pasaran del yrigoyenismo al antipersonalismo, no alcanzaba para asegurarle al gobierno alvearista la mayoría parlamentaria, razón por la cual iniciaron acuerdos con otros bloques.
“Con la reunión celebrada ayer por los núcleos de los delegados del comité porteño de la Unión Cívica Radical (UCR), de las fracciones personalistas y antipersonalistas, ha quedado definitivamente ratificada la honda división que existía en la misma”. Así comenzaba el texto publicado en el diario La Nación, el 18 de septiembre de 1924, horas después de que, tras un encuentro en la sede partidaria, cada tendencia constituyera seudos comités y adoptaran diversas resoluciones, concretando la división radical.
La alianza entre los grupos conservadores,
antipersonalistas y socialistas independientes, se solidificó ante el inminente peligro de que volviera Yrigoyen al poder, en las elecciones presidenciales de 1928.
Pese a que el ministro del Interior, Vicente Gallo, presionaba a Alvear para que se decidiera a intervenir Buenos Aires para afectar las posibilidades electorales del yrigoyenismo, éste no se convencía de la necesidad objetiva de tal medida y mucho menos de los argumentos de su ministro del Interior.
Gallo continuó presionando hasta que Alvear envió el asunto al Congreso sin demasiada convicción. Buenos Aires finalmente no fue intervenida y el ministro debió renunciar. Lo sucedió José P. Tamborini.
El 24 de marzo es proclamada la fórmula Hipólito Yrigoyen-Francisco Beiró, que el 1 de abril de 1928 se impuso en las elecciones con 838.583 votos contra 414.026 que obtuvo en Frente Único.

Derrocan a Yrigoyen


El 12 de octubre de 1928, Yrigoyen es escoltado desde su casa a la Casa de Gobierno, según el protocolo, por el oficial de más alta graduación, el general José Félix Uriburu, quien lo iba a derrocar en menos de dos años.
El segundo mandato fue interrumpido, después de que la Unión Cívica Radical gobernara ininterrumpidamente desde 1916.
“No había ningún indicio de lo que podía pasar, lo que sucedió en 1930 fue una dictadura, a sangre y fuego. Se cerraron los partidos políticos y el Congreso. De ahí en delante, se empezaron a suceder los Golpes de Estado hasta que llegó Juan Domingo Perón”, reflexiona Gallo.
Estalló entonces, un movimiento revolucionario en el que resultaron aliados los grupos conservadores, los jefes militares de tendencias similares y los políticos que querían lograr (y lograron) la caída de Yrigoyen.
“Este Golpe tiene olor a petróleo”, esta frase se supo repetir en diversas oportunidades y Daniel de Lucía, profesor de Historia Americana del Instituto Superior Joaquín V. González la explica del siguiente modo: “La frase es de Waldo Frank, un periodista norteamericano que publicó una nota donde decía que el golpe a Yrigoyen tenía que ver con el petróleo, por que la política nacionalista desfavorecía a la Standard Oil y a otras empresas y promovieron el golpe. Esto lo han repetido los historiadores pro-radicales, pero los más modernos no están muy de acuerdo con esto. Hoy por hoy, esta puesto en duda”.
Dos días después del golpe de estado comandado por José Félix Uriburu, Alvear se dirigió al ex presidente de los argentinos, Hipólito Yrigoyen, en una declaración al diario La Razón: “Él que dirigió varias revoluciones, en las que nosotros también participamos, no logró hacer triunfar ninguna. En cambio, ve triunfar la primera que le hacen a él. Más le valiera haber muerto al dejar su primer gobierno, por lo menos hubiera salvado su partido. Ahora, la única fuerza electoral del país está rota, desmoralizada por la acción personal, valga la redundancia, de su personalismo”.
“De esta manera se inició un período que duraría hasta 1947, en el que las ideas y el estilo de Alvear, que se caracterizaban por ser conservadoras y críticas de Yrigoyen, se impusieron de manera rotunda”, explicó Agustín Galli, politólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires. De todas maneras se puede decir que “Alvear encabezaba una línea de derecha dentro del radicalismo, su gobierno tuvo esas características y ahí nació el antipersonalismo, pero después del golpe del 30, los antipersonalistas se fueron para formar la concordancia junto con los conservadores y él se quedó dentro de radicalismo. De hecho, vuelve de Paris para hacerse cargo del partido ya que Yrigoyen estaba enfermo”, sostuvo De Lucía.
Pero había que esperar el fracaso estrepitoso de la dirigencia radical en los sucesos de octubre de 1945 y las elecciones de 1946, para que la nueva ideología intransigente pudiera ser adoptada por la UCR en 1947. Aunque para ese momento, un nuevo factor socio-político había emergido en Argentina: el peronismo.

viernes, 1 de mayo de 2009

Los desconocidos de siempre


El rostro de Diego Trerotola luce extenuado y su cuerpo, retacón y fornido, parece agotar sus últimas fuerzas en cada caminata por los pasillos del populoso shopping Abasto, punto neurálgico del Bafici. Y no es para menos: Con más de 400 películas en 20 salas, participar en la organización del festival de cine independiente de Buenos Aires le causa placer y felicidad, pero le exprime al máximo sus energías.
En la previa, él fue uno de los siete programadores encargados de recorrer muestras y buscar el material audiovisual para luego distribuirlo en las diferentes secciones. Durante la vorágine festivalera, se ocupa de las “relaciones institucionales con dirigentes de otras muestras, directores y productores independientes”.
Entre presentaciones formales con invitados y charlas con sus colegas, este crítico de cine reconoce la delgada línea que separa sus oficios. “Hay una parte que es común, pero tengo que pensar en un sentido amplio. Creo que el Bafici va mas allá de la calidad, no debería mostrar sólo películas buenas sino que tengan también algo interesante, que los espectadores piensen qué es una película, qué es el cine y qué es un festival”.
Con Tony Manero en la competencia internacional, varios largometrajes en las secciones paralelas y una retrospectiva de los documentalistas Bettina Perut e Iván Osnovikoff, la filmografía “revelación” de 2009 parece ser la chilena. Sin embargo, pese a que reconoce que ese cine “mostró sus garras”, el redactor de El Amante mantiene algunos reparos. “Si bien eso es lo más notorio, también hay pequeños focos. Es el año del cine chileno, pero también es el año de dos películas indonesas, que es casi una novedad en el Bafici, con una de ellas en competencia. Hay pequeños y grandes descubrimientos que son importantes por que ambos valen. Quizás son más importantes las dos indonesas que todas las chilenas. Hay que tratar de descubrir e iluminar zonas”.
A la hora del balance artístico, este fanático de las películas de terror ochentosas no duda: “Es muy positivo. Se generaron discusiones, hubo diversidad y más participación y entusiasmo en la gente. Este evento tiene que tener una tensión y abrir debates sobre cultura, estética, cine y políticas públicas; tiene que generar un encuentro de las películas entre sí y con la gente”.
Pero no sólo en materia cinematográfica el saldo es positivo. Este año, el festival inauguró el nuevo Meeting Point en un edificio restaurado a 50 metros del Abasto. Hasta 2008, ese espacio destinado a las actividades periodísticas y protocolares estaba dentro del shopping. “Sin dudas que el Bafici sigue creciendo”, concluye Trerotola antes de excusarse y partir raudamente a la presentación de una película. Son los gajes del oficio.